jueves, 19 de febrero de 2009

De carnavales y nuevos bríos


"Carnaval toda la vida y una noche junto a vos,
si no hay galope se nos para el corazón"
Los Fabulosos Cadillacs



Ha iniciado mi nuevo año: ya sé, ya pasaron los nuevos años: el de los chinos, el de los cristianos, el de los judíos y yo apenas me levantó en este año, no siento que sea tan tarde porque también en estos días empiezan los carnavales. ! Nada mejor que empezar el año con Carnaval!

Pero como no va a ser si a mi lo que me encanta es la primavera; el invierno no me sienta tan bien o quizás si pero cuando más quiero salir y saltar a la calle es cuando existe ese embate entre la primavera y el invierno. Este momento liviano entre invierno y primavera es un momento delicioso que permite a cualquiera justificar su frialdad y su sensualidad en cualquier momento. Si no se está gustoso es porque aún hay frío y el sol no calienta demasiado nuestras venas, pero si se está jugoso es porque el sol nos ha desorientado y la sangre corre, corre.

Ya varias veces he pensado que el trópico de Cáncer nos tiene marcados: todo aquel que haya nacido bajo el signo del sol sabe a lo que me refiero. Inestabilidad, deseo, frialdad, regreso y cambio son partes de este espacio de convergencia entre el sol y la noche. No me quiero quedar en este limbo de placeres, sin embargo y al final de todo, lo que escucho siempre es un deseo por andar y desandar los caminos; por ir corriendo hacia la primavera pero quedarme cobijada con el frío de invierno.

Así es. Y para no dudar más de este preciso momento terrestre y humano que no sólo lo vivo yo, debemos anunciar que en pocos días empiezan las carnavales en todo el mundo, el más maravilloso de todos en Brasil donde el Chocolatero sin duda andará desafiando el traslado del verano al invierno, y que nosotros a la inversa veremos del invierno a la primavera pero sin más cualquier cambio es un desafío y un desajuste para nuestros cuerpos cálidos.


Bren

lunes, 16 de febrero de 2009

Con remitente

Este dia no escribo solo para mi, este dia mando el mensaje con remitente.


jueves, 18 de diciembre de 2008

La chica de Gracia




Últimamente me encuentro al chocolatero por todos lados. Tan constante ha sido su presencia, que ni siquiera me sentía inspirado para escribir sobre sus mas recientes apariciones. Sin embargo, hoy descubrí algo. Todo fue una estrategia suya. El chocolatero quería que al verlo tanto dejara de verlo. Y hoy por fin, ví lo que me quería mostrar.




Esta mañana, de vuelta a la ciudad después de una larga noche, recibí la invitación de dos amigas del norte para pasear por el barrio de Coyoacán. Animado ante la posibilidad de disfrutar un poco de sol, matar la resaca y comer algo decente, las recogí en su hotel y nos dirigimos hacia allá. Una vez en el barrio, la primera parada fue una torteria española en Avenida Centenario, donde devoramos unas exquisitas tortas de jamón serrano y queso manchego, acompañadas con una sopa de papa y chorizo. Con el tanque lleno, caminamos hacia el museo de Frida Kahlo solo para salir corriendo ante la visión de hordas de turistas buscando entrar; lo que fue una decepción para mis amigas norteñas quienes de corazón querian entrar a la casa azul, se convirtió en alivio para mí, feliz por ahorrarme los 40 pesos de entrada a un museo que he visto miles de veces.




Ante la dificultad de la visita decidimos cambiar los planes y vagar sin rumbo por el barrio; pasamos por el mercado, por la plaza y finalmente anduvimos por los dos kilómetros que componen la calle Francisco Sosa, aquella que los lugareños presumen que ha sido votada como la calle más bonita de la ciudad (en uno de esos concursos del que nadie ha oído hablar y que me recuerdan la afirmación que existe en todos los países de que su himno nacional ha sido votado el segundo mejor después de la Marsellesa).




En el camino, cada uno de nosotros tuvo una misión. Una de mis amigas se dedicó en cuerpo y alma a revisar todos y cada uno de los puestos de vendimia de la calle, a dejarle bien claro a cada vendedor que es una clienta difícil de convencer, y finalmente, a cerrar los mejores tratos para llevarle regalitos a sus seres queridos. La otra, dedicó el paseo a hacerlo muy agradable para mí, contándome las historias más fascinantes de sus viajes alrededor del mundo con su compañía de danza, sus experiencias como abogada de inmigrantes africanos en la ciudad de Washington, y a negarse en todo momento a comprarle regalo alguno al que en boca de la primera es su novio. Por mi parte, la labor que desempeñé fue la más sencilla de todas. Se redujó a reponer los electrolitos perdidos la noche anterior mediante el consumo constante de bebidas energéticas, ofrecer mi brazo a mi amiga-abogada-bailarina para que me pudiera platicar al oído lo más cerca posible, y sonreír a la gente que cruzaba por la calle cuando notaba que venía acompañado de dos chicas preciosas.




Y asi, entre historias, puestos y bebidas, llegamos a la plaza de Santa Catarina. Desde unas cuadras antes noté por el tamborileo, la posibilidad de que el chocolatero estuviera ahí presente. Una cuadra antes del lugar no me cabía duda, el chocolatero estaba en la plaza. Cuando llegamos, lo primero que se asomaba a la vista era un círculo de gente que reía nerviosamente; un poco más cerca vimos al chocolatero, irradiando energía en el centro de la masa, acompañado de su fiel amigo Atreyú, irreverentes, irrespetuosos e ingeniosos como siempre. Entre los dos deleitaban a la comunidad con música y actos de magia. Al ver que nos integrabamos a la rueda, el chocolatero realizó una broma respecto de nosotros los recién llegados, recibiendo del público y de nosotros en pago, una sonora carcajada.




Y entonces pasó. En los últimos estertores de la risa, cuando volvía a abrir los ojos y mis labios regresaban a su posición original, alcance a verla detrás del chocolatero. Era esa expresión en la cara de una mujer que se me hizo extremadamente conocida, sin el mas mínimo rasgo de haber sonreído y con la mirada fija hacia la fuente que tiene la cruz del atrio de la parroquia. Sin poder atinar donde la había visto antes y seguro de que no pertenecía al paisaje local, quité la atención sobre Atreyú y el Chocolatero, y viéndola fijamente busqué en lo profundo de mi memoria hasta recordar donde la había visto.




Y asi, revisando neurona por neurona la encontré. Fue hace unos años en una fuente del barrio de Gracia en Barcelona, una noche calurosa de agosto, en el cuarto o quinto día de llevar la fiesta más alla del mediodía y despertar casí al atardecer. Iba entonces con María y ese día habia llegado toda la gente de su pueblo natal Tarrega. Andando de marcha por la plaza, caminabamos sin rumbo comprando cervezas de un euro a los estudiantes. Nos detuvimos en varias de las plazuelas a escuchar las presentaciones sin emocionarnos demasiado por ninguna. Dando vueltas llegamos a la plaza Rius. Ahí estuvo el chocolatero...y ahí vi también por primera vez el rostro que se aparecía ahora nuevamente en los barrios de mi ciudad, disperso al igual que en esta ocasión, entre las risas de la multitud.




Embebido en los recuerdos, me perdí los últimos actos del performance. Mientras mis amigas sacaban algunas monedas para cooperar para la causa, el chocolatero les acercó el sombrero para que las depositaran en él. Una vez que recibió el dinero se me acercó y me preguntó: "¿Que te pasa?, te veo distraído". "Nada" le dije, "solo que me pareció que conocía a esa chica que se dirije a la fuente, viene contigo ¿verdad?" pregunté. Se rió y me contestó: "Lleva mucho tiempo con nosotros, pero no se si venga conmigo. Llegó hace algunos años después de dedicar su vida a estudiar no se que cosas de aprendizaje y lenguas. Me impresionó su llegada, cuando le pregunte que sabía hacer ¿sabes que me contestó?" preguntó. "Ni idea" le dije. "Me contestó" continuó el chocolatero, "yo lo único que se hacer, es decir mentiras". Al concluír la frase volvió a reirse, tomó el dinero del sombrero y se cubrió con él la cabeza para alejarse dando brincos.




Obviamente no intenté alcanzarlo. Volteé la mirada hacia donde se encontraba unos minutos antes la mujer y no la ví mas. Alcance a mis amigas en el puesto de nieves en donde compraban algo para refrescarse del calor de la tarde. Más al rato manejé hasta el aeropuerto para dejarlas y me despedí de ellas, agradeciéndoles la excelente tarde que me habían hecho pasar y guiñándole el ojo a una antes de subirse al avión.




Despúes volví a mi casa y no dejó de pensar en la expresión de la cara de esa mujer. Se que volveré a ver a la chica de Gracia (y ahora de Coyoacán) y se que el chocolatero quería que la viera, lo que no sé, es para que fin. A ver que pasa, pero estoy seguro que ella y el chocolatero, algo se traen entre manos.



Bruce Robertson


lunes, 17 de noviembre de 2008

Santa Cruz you are not so far!


"Santa Cruz (You're Not That Far)" The Thrills


Well tell me

Where it all went wrong

And tell me

Where you lost those damn songs

I can't say I was surprised

I heard a drink was involved

Oh you gotta be, oh you gotta be

Still living by the sea

Oh you gotta be, oh you gotta be

Cos santa cruz

You're not that far

Oh santa cruz,

No, you're not that far


Inspirados en esta canción, algunos chocolateros fueron a dar la vuelta por Santa Cruz, California.
Playa, arena, ferias. montañas rusas, canastitas de té en el aire, surfers calavera, lobos marinos...

Santa Cruz. Playa en medio de la ya legendaria y rockerisima bahía de Monterey; abre sus puertas también en otoño para aquellos curiosos despistados que olvidaron que los veranos en Santa Cruz suelen ser deliciosos, llenos de olas, llenos de surfers.
Y también para recordar una vez más que las playas son reflejo también de la mirada humana, las playas en California tienen su forma tan natural de ser aun cuando a cualquiera le parezca un artificio humano muy artificial.
Aquí las palmeras se convierten en tazitas de té volando, las olas en montañas de agua dispuestas a ganar la lucha con cualquier surfer californiano, las chicas son más california girls que en ningún otro lado, las montañas son senderos de diversión a la manera rusa y el casino parece el templo de cualquier devoción.


Si alguna vez pasan por Monterey Bay, detenganse un segundo en Santa Cruz!

Juliet