domingo, 28 de octubre de 2007

historia de amor

Hace algunos días sucedió algo que no había pasado anteriormente. Yo encontré al chocolatero y no él a mi. Ante tan inuscitado encuentro, acondicionamos una mesa en el bar más cercano, pedimos una botella de mezcal y permanecimos un rato. La plática no pudo ser peor. El chocolatero empezo reflexionando lo siguiente: -¿Sabes porque la Biblia es una obra perfecta? ¿no? bien te lo voy a decir, es perfecta porque en ella no se encuentra una sola línea de humor, en ninguno de sus libros, y no hay vestigio de que haya habido- Yo lo mire con una cara de incredulidad tremenda, no por lo acertado de su comentario, sino por lo torpe del inicio. El chocolatero me miró buscando mi aprobación (¡nunca lo había hecho!) con la cara de quien ha fallado el tiro más simple para el gol del triunfo. Por supuesto que no lo aprobé, y es que en realidad, por mi bien, no podía hacerlo. Le pregunté si en realidad quería platicar y me contestó que no, despúes le pregunté si era una cuestión de amor, se entristeció y no contestó más. Entonces, lo invité a limitarnos a beber, vaso a vasito nos acabamos la botella, terminamos la última gota y cada quién se levantó y se fue por donde vino. Desde eso momento no he podido dejar de reflexionar sobre el conflicto amoroso del chocolatero.

Me pregunto si el chocolatero ha amado más de una vez en su vida. Estoy seguro que una vez, por lo menos, sí lo ha hecho. Me lo imagino a sus catorce años escuchando los viejos discos de los años setenta de canciones de trova de sus padres, seguro de que en muy poco tiempo, el sería protagonista de algunas de ellas. Debe haber sido simpático observarlo perder la atención a sus juegos infantiles en el parque, mientras distraído, observaba a la pareja de jovencitos un poco más grandes que él, caminando de la mano. Sin duda me queda claro lo que habrá sentido la primera vez que alguna amiga de su hermana tocó la puerta para buscarla, y el le anunció que su hermana estaba en el ballet pero que el podría acompañarla a jugar. Le habrá llegado el primer beso y los primeros rumores de que le gustaba a cierta chica o a otra. También el primer viaje y el primer contacto con alguna chica extranjera en un balneario de provincia o alguna de su misma ciudad, viviendo en el norte, los tengo presentes. Me lo imagino teniendo novias y durando con ellas cada vez menos tiempo. Aparece ante mí la imagen de la amiga loca por él y él formando un perfecto triángulo amoroso con otra de ellas. Seguro que en alguna ocasión anduvo con alguna chica por compasión y en otras, pensó que la mujer con la que estaba era demasiado bella. Para nada descarto el momento en el que sin importarle, decidió quitarle la mujer a algún amigo bajo el argumento de que "ninguna mujer tiene dueño". Así también claramente lo veo pelando a puño limpio cuando dicha frase aplicó contra el. Lo veo aparecerse muy formal a una cena con sus suegros, con un perfecta sonrisa ensayada, y un gran ramo de flores en la mano para horas después, bajarle a su pretendida la luna, las estrellas y la ropa interior en algún motel de carretera, entre botellas de Boones y gomitas de dulce.

Pero no puedo imaginarlo recuperándose de la pérdida del primer amor. Sino todo lo contrario, envolviéndose cada día más en la alegre comitiva que ha construído como alternativa hasta hoy. Nadie que le vaya bien en el amor hace lo que hace el chocolatero. Pero tampoco nadie que no lo haya decepcionado tiene esa capacidad. Si a mi me preguntan, podría apostar a que solo ha sido uno. Pero bueno, eso ya lo veremos, mientras tanto, el chocolatero anda triste y disponible a la vista de cualquiera.

Brandon

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