jueves, 9 de octubre de 2008

¡El día que el mundo se volteó!


Esta historia la supe hace apenas unos días, cuando en medio de protestas y millonarios, el chocolatero hizo una breve aparición clandestina. Yo con una cerveza de litro en la mano , sentado en un foro esperando a que empezara un concierto y sin ningún amigo a la vista, de pronto escuché la voz: ¡Hoy es el día! Era el chocolatero que enmedio de la lluvia llegaba con un corte de cabello diferente y una gran gran sonrisa. "Tengo algo que contarte" me dijo y enseguida, sin siquiera esperar que yo accediera, comenzó a narrar lo que yo de alguna forma, y después de una borrachera terrible en la noche de ese día, vagamente recuerdo y relato aqui para ustedes.


Antes de que el chocolatero fuera el chocolatero, aquel ser que llegaría a convertirse en nuestro héroe tenía la plena convicción de que en el mundo existían periodos de felicidad absoluta. Esa idea lo animaba y movía a buscarlos ansiosamente, a toparse de repente con ellos y sentir, en el momento de mayor felicidad, que la vida no era mas que eso, buscar ese status, deslizarse alegremente desde lo más alto y sobrellevar lo que viniera mientras llegaba el siguiente.

Despúes de que a los 14, 17 y 20 años le llegaron dichos momentos, nuestro ídolo se sintió convencido de que la felicidad como regla se repetiría efectivamente, de acuerdo con su brillante cálculo matemático interior, cada tres años. Conocer la realidad estadística de la felicidad, provocó una reacción interna negativa. Reflexionar sobre lo injusto de que la vida diera un año bueno y dos malos lo llevó a quejarse y lamentarse de lo escaso con que se presentan estas temporadas. Con estos pensamientos, despreció los 21 y 22 años que se presagiaban sin ningún valor estadístico, viéndolos pasar sin inmutarse, y llegó a los 23, sólo para llevarse un fiasco; la ola de la felicidad no llegó, la bajada de la cúspide y sus cosquillas en las entrañas no se hicieron presentes, la risa, los sentimientos, la sensación de materialidad no venía en esta ocasión.

Preocupado por esta ausencia y decidido a recuperar lo perdido, puso manos a lo obra inmediatamente; si habia desperdiciado los 21 y los 22, trabajaría duramente los 24 y los 25 para asegurarse de que en los 26 se repitiera lo que él consideraba matemáticamente escrito. Y así, poniendo buena cara a los 24, se llevó una sorpresa: los 24 sin duda, traían aquello que los 23 no habían traído; contra toda estadística, la felicidad llegaba en un año fuera de cálculo y era resultado de la buena actitud que nuestro héroe en ciernes había proyectado funcionaría en su favor. Seguro de haber recuperado lo perdido, continuó trabajando los 25 para asegurarse que el retraso sufrido la vez anterior no se presentara. Nervioso y temeroso de enfrentar lo que venía, los 26 llegaron.

Y llegaron como nunca; el mundo le trajo todo lo que este pre-ídolo había soñado: la carretada de mayor felicidad, el nado en la abundancia, el extasis, lo sublime, todo. Y lo mejor, es que el momento climático se extendía y extendía, sin parecer tener fin. La bajada no llegaba y la sensación de estar en él lugar, hizo creer al protagonista de esta historia que podría permanecer en el por tiempo indefinido. Esto lo alegró mucho, hasta que un día sin quererlo, percibió con miedo que la bajada seguía sin aparecer y los 27 se veían cerca sin poder adivinar una razón que hablará de que esta situación de felicidad podía terminar. Sintiéndose nervioso, empezó a dudar y a preguntarse si efectivamente ese momento podía llamarse felicidad, empezó a comparar con otros momentos suyos y los de los demás para ver si el que vivía podía recibir ese nombre, quizá la bajada había pasado y el no se habia dado cuenta; incluso intento comprobar científicamente, que la extensión de permanencia en el estado idóneo excedía por mucho sus cuentas matemáticas que al momento, como se había demostrado, ya eran una teoría válida. Preocupado por esta situación, un día, sin darse cuenta cayó. ¡Plof! Y esta vez no hubo bajada que permitiera disfrutar de una forma sublime y masoquista la desaparición del estado de plenitud. Esta vez el golpe fue duro e insensato. No bien acababa de reaccionar de este golpe cuando llegó la siguiente caída mucho más larga y dolorosa que la anterior y así se sucedieron varias más. Totalmente desconcertado, vió que aquella situación perdida, efectivamente había seguido siendo el estado de felicidad y, ahora se encontraba más lejos de ella que nunca. El mundo se había volteado...

-El mundo se había volteado...me quedé pensando. De repente, el chocolatero se levantó corriendo a bailar con los primeros tambores del concierto y yo lo ví perderse entre los mares de gente adelante de mí. Cuando volteé para atrás sonreí al ver a mis amigos acercarse, por fin llegaban. Todo el concierto estuve nervioso, pero aún así pude disfrutar de buen baile y diversión que se prolongó hasta altas horas de la madrugada. Cuando me desperté a la mañana siguiente en medio de una resaca terrible, reflexioné sobre la historia del chocolatero y la desagradable forma que tiene de irse siempre. ¿El mundo se había volteado?

Dedicada a quien subió el dolar a $14 pesos justo el día que iba a comprar mi boleto de avión para USA; a quien decidió tirar una granada en la plaza del día más bonito de la ciudad más bonita del país; a la tormenta tropical Odile que al igual que yo va a Acapulco este fin de semana y a las chicas que no contestan su teléfono los sábados pero si los miércoles. La porra los saluda.

Clerk Randal Graves

1 comentario:

Antonia Pujols dijo...

me gustó! claro, que después de lo de las edades se puso medio panfletito de Pablo Cohello, pero hasta eso momento me 'tripeó' mucho por donde iba...

:D