martes, 28 de octubre de 2008

Noticias desde el imperio

Mi avión desde la ciudad de México arribó a las 11 de la noche del sábado pasado a San Francisco. Llegar a Berkeley en el BART (Bay Area Rapid Transit) me tomó cerca de una hora. El camino del aeropuerto a tu destino siempre es interesante. La primera impresión que me deja la ciudad vista desde su transporte es clásica del Bay Area; en la zona sur nadie sube; en las estaciones del barrio de Mission solo suben personas hablando en español; de Civic Center a Embarcadero lo que predomina son chicos rubios jóvenes disfrazados con motivos de Halloween; pasando por la 12th de Oakland quienes abordan el tren son afroamericanos. Pasando por Civic Center se sienta enfrente de mi una chica rubia de unos 30 años llena de tatuajes; come una hamburguesa de Burger King y toma un Gatorade de fruit punch. Es delgada y luce un tanto trastornada, quizá viene un tanto pasada de copas o quizá se ha metido algo más fuerte. Me pregunta si sé en que estación se debe transbordar para Richmond y le digo que sí, que es en MacArthur. Me dice que va a una fiesta para allá. Después, dedica los próximos minutos a ponerse maquillaje, labial y a peinarse, tomando entre actividad y actividad desesperados sorbos de Gatorade. Finalmente, una vez que termina sus actividades cierra los ojos y se duerme. Cuando el tren llega a Mac Arthur me levantó para hacer la transferencia de línea. La despierto a ella y le aviso que ésta es la estación de transferencia, me lo agradece infinitamente. Me quedo pensando que la chica definitivamente tiene un problema emocional.

Hago mi transferencia y el tren viene repleto. ¡Repleto a las 12 de la noche! Escuchó a unos chicos quejarse de que se han reducido los trenes nocturnos, se lo atribuyen a la crisis. Enfrente de mi van sentados dos mexicanos; uno joven de unos 20 años y el otro de alrededor de 40. Platican alegremente, vienen de vuelta del trabajo. Mientras trato de escuchar lo que platican, en la siguiente estación suben mas chicos disfrazados para el Halloween, aún falta una semana pero parece que las fiestas ya estan por todos lados. Yo mismo esta noche iré a una. Sin disfraz claro, como siempre. Algunos de los chicos que suben vienen bastante tomados. Ante la ausencia de asientos libres, uno de ellos decide sentarse en el piso y mientras el tren avanza rueda por el suelo sin inmutarse mucho. Los mexicanos se rien del chico y comentan algo sobre borracheras, uno de ellos se lamenta de que el tren venga tan lleno, ya que las cervezas que trae en su bolsa se van a calentar sin remedio, porque no puede tomarlas cuando el tren viene así de lleno ya que siempre pasan guardias de seguridad.

Llegamos a la estación de Downtown Berkeley, aquí es mi parada. Se siente raro volver después de un año y medio. La gran mayoría de la gente que conocí aquí ya se ha ido, estan alrededor del mundo cada uno de ellos buscándose la vida. Quienes quedan son aquellos que persiguen una carrera académica larga, con la intención de conseguir un doctorado. Aún cuando mi estancia en esta ocasión se reduce a un par de semanas, vengo con muchas expectativas. Me gusta mucho Berkeley y es un lugar en el que puedo trabajar productivamente. Además, los tiempos que corren aquí son difíciles e interesantes. Estoy muy emocionado por que me tocará vivir el día de las elecciones, quiero que ya sea 4 de noviembre y quiero que gane Obama, hubiera preferido a la Hillary pero como sea, lo importante es sacar a Bush y a los militares del poder.

Salgo de la estación del metro y lo primero que me encuentro son los vagabundos que alrededor de ella se junta pidiendo algo de cambio. Recuerdo la primera vez que llegué hace un par de años, en aquella ocasión era mediodía y hacia muchisimo calor, caminé con todo mi equipaje hasta la punta del campus en donde se encuentra el International House. Ahora no voy a I-house sino que me quedaré en North Berkeley, el barrio bohemio de la buena comida y las casas de los profesores y los graduate. La casa a la que voy queda en Martin Luther King Way. Ahí vive mi hermana y esta celebrando una fiesta. Camino por las calles vacías y las ruedas de mi maleta hacen un ruido que se escucha hasta en el eco. Doy la vuelta en Virginia y percibo las voces de la gente en la fiesta, veo disfraces, adornos de Halloween y el humo de los cigarros. Estoy de vuelta, otra vez estoy en Berkeley. En cuando llego a la puerta escucho que alguien grita desde el balcón: "Es que no lo puedo creer" es mi amigo el Niñote de Sonora, el primero que hice aquí. Adentro esta mucha gente y reconozco pocas caras, pero las que me son familiares me da un gusto inmenso verlas: Ernesto, Stephane, Emilio, el Champi. Que bien estar de vuelta en Berkeley. Saludo a mi hermana y no se lo puede creer, se pone muy contenta. Después de dejar las maletas me pongo a cargo de la música. Y empiezo a conocer gente, en Berkeley siempre se conoce mucha gente, gente de todos lados, en esta ocasión, egipcios, franceses, mexicanos y sanfrancisqueños. Me piden que ponga salsa. No tengo salsa y no me gusta, pero en lugar de ello pongo cumbias y algo de norteño, y la gente sin mas se pone a bailar. Se me termina la selección latina y cambio a electrónico, unas mezclas de 2manydjs y chemical brothers. Se pone a cargo del aparato de sonido Stephane y pone High and Dry de Radiohead, el momento cumbre de la fiesta: mexicanos, franceses y gringos abrazados jugando a quien puede cantar mas chillón que Tom Yorke. La fiesta sigue y la gente poco a poco se retira, algunos tomados, algunos aburridos y algunos acompañados. Al final me quedó platicando hasta las cinco de la mañana con mi hermana, poniéndonos al día de lo que ha pasado, mientras sus amigos que viven en San Francisco se acomodan para dormir en los sillones y en el suelo.

Esto va empezando...

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